Recostado sobre mi lado izquierdo, observo con nostalgia la pared blanca de mi habitación, cavilando sueños, planes y proyectos que no podrán ser, soy testigo presencial y en calidad de invitado de honor de una derrota miserable, es diez y siete y también mayo, de un año similar al anterior.

Deformando la pared surgen grietas canallas que me transportan bruscamente y sin desearlo, a lugares desconocidos ¿acaso olvidados?… sin mas sentido de ubicación que el tacto y el oído busco a tientas el camino, siento el polvo ingresar en mi cuerpo, mis pasos lentos marcan el ritmo del tiempo entre la penumbra, que amenazante se muestra a lo largo de este camino que me atrae.

El suelo parece pantanoso, y un olor putrefacto va llenando el ambiente a cada paso que doy, sin duda no estoy mas en mi habitación, pareciera internarme en las profundidades de una bestia mitológica, dorsales pretenden ser los escalones que a ratos suben y que a ratos bajan, caprichosamente.

Luego de horas de continuar avanzando en esta noche continua y perpetua, he oído aquella melodía, aquel sonido armónico que acompañaba mis sueños tempranos, pero no alcanzo a identificar su procedencia, pareciera sumarse en un utópico matrimonio con el olor putrefacto que llena la atmósfera. Con el cuerpo cansado y adormecido, la esperanza de hallar una salida de este laberinto onírico pareciera extinguirse.

De un momento a otro el hermoso sonido que acompañaba mi condena se ha convertido en un hilo agudo, finísimo, insoportable, pareciera que las venas al interior de mi cuerpo pugnaran por estallar, rabiosas por semejante tortura, desesperado he empezado a gritar con todas mis fuerzas, como nunca antes lo he hecho, fortísimo, tan largo como el aire en mis pulmones me permite. Luego he caído sobre mis rodillas, precipitándome en arcadas, que n vez de vaciarme el estomago parecieran haber expulsado mi alma.

Completamente vacío en mi interior, me rindo al destino, y aun sobre lo que mi cuerpo acaba de expulsar, observo tristemente mi desdicha, sobre mi aparece exactamente lo mismo que percibo hacia los lados y aquel olor se hace mas fuerte y penetrante, dada la vanalidad de mantener abiertos los ojos impedidos de observar la luz, lo cierro derrotado, quedándome dormido al instante.

Recostado sobre mi lado derecho, observo con terror la pared manchada, gotas de sangre seca adornan esta habitación, el olor putrefacto no está esta vez en el ambiente, se desprende de mi cuerpo por cada poror abierto en flor, mis manos atadas por una especie de cuerda babosa están impedidas de cualquier movimiento, las piernas no las siento, solo un frío filoso recorre mi pecho desnudo, el cual pareciera preparado para entregar mi corazón en ofrenda.

La luz con una intensa potencia, no me permite observar sobre mi, pareciera quemar mis ojos, solo me es permitido sentir, y lo único que estos ojos pueden registrar para la memoria es aquella pared manchada con gotas de sangre seca.